martes, 11 de junio de 2013

¿QUÉ ES PROCRASTINACIÓN?



Un ejemplo típico de procrastinación académica

Rafael (pseudónimo), uno de mis clientes de asesoría académica, es un estudiante que cursa el primer semestre de la licenciatura en psicología al que con un mes de anticipación se le indica realizar un trabajo. Mientras Rafael destina una buena parte de su tiempo de todos los días para navegar en internet y para reunirse con sus amigos en el café, se autoconvence de que el trabajo “lo empezará después, al fin que le llevará poco tiempo y todavía tiene tiempo de sobra”, que tan solo “necesita relajarse o estar inspirado antes de comenzar a trabajar”. De manera que “sin darse cuenta” pasan los días y las semanas (no sin el “recurrente y molesto pensamiento” de lo que tiene que hacer) hasta que justo la tarde previa a la fecha de entrega, Rafael comienza a trabajar en la tarea preestablecida porque en ese momento creé que “trabaja mejor bajo presión”. El resultado a la mañana siguiente: Rafael está desvelado, cansado, “angustiado”, con autocríticas devaluativas, con un trabajo de baja calidad (tipo bajar-copiar-pegar) y “atemorizado” ante lo que pronostica será una inminente nota reprobatoria. Pero la historia no termina ahí, una vez que el profesor emite su calificación numérica y hace notar la baja calidad del trabajo, Rafael se autodenigra más aún, se culpa por lo pésimo de su desempeño e incluso “enfurece” ante la “injusticia del profesor” y lo que van a decirle sus padres al final del semestre. Una vez en calma, Rafael se promete a si mismo que no volverá a ocurrir ni una más de tales tragedias. No obstante, vuelve a caer una y otra vez de manera casi automática y como “víctima” en tal comportamiento, el acto de procrastinar. 

¿Qué es y qué no es procrastinación?

La vigésima segunda edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española indica que la palabra procrastinación se forma a partir de dos términos que provienen del latín: pro (a favor de) y crastinare (relativo al día de mañana), por lo que literalmente significa posponer, diferir, aplazar o dejar para mañana. Neenan (2008) define procrastinación como “la conducta de dejar para después lo que en nuestro mejor juicio concluiríamos que deberíamos (preferentemente) hacer ahora, y que al no hacerlo obtenemos consecuencias no deseadas”. También señala lo que la procrastinación no es, y esclarece dos aspectos: (1) la necesidad de distinguir la procrastinación de la postergación planeada cuando existen razones legítimas para aplazar la acción, como el recabar más información antes tomar una decisión importante (pero se convierte en procrastinación cuando la persona se angustia ante la posibilidad de equivocarse); (2) que sería un error considerar a la procrastinación como simple pereza porque ésta última es la resistencia a emprender una acción, mientras que la procrastinación implica estar ocupado, realizando una actividad substituta o trivial (p.e., navegar ociosamente en internet), para evitar seguir adelante con la actividad prioritaria que requiere de acción en el momento presente (p.e., preparar una exposición para presentarla frente al grupo en la próxima clase). Contrario a lo que puede parecer, también se ha concluido en estudios específicos que la procrastinación es más que un problema de organización personal (Ferrari et al., 1995).

Procrastinación académica

Solomon y Rothblum (1984) definen la procrastinación académica como: (1) la conducta de casi siempre o siempre postergar el inicio o conclusión de las tareas académicas, y (2) casi siempre o siempre experimentar niveles problemáticos de ansiedad asociada con tal postergación.

Epidemiología

En la población general la procrastinación está presente en el 60% de los encuestados; para el 25% es un problema discapacitante. No obstante, la procrastinación académica tiene una prevalencia mayor. Diversos estudios indican que el 95% de los estudiantes universitarios procrastina en mayor o menor medida, que el 50% lo hace sistemáticamente y de manera problemática, y que algunos estudiantes invierten más de la tercera parte de sus actividades diarias en procrastinar (Ferrari et al., 1995; Dryden, 2000).

Consecuencias

El estudiante procrastinador sufre consecuencias importantes. Entre las consecuencias académicas más comunes están las calificaciones más bajas, el mayor ausentismo a clase, la mayor incidencia de reprobación y las tasas de deserción más altas. Aunado a lo anterior, los estudiantes procrastinadores presentan los niveles de estrés más altos y presentan más enfermedades orgánicas (Ferrari et al., 1995). Por otro lado, la procrastinación académica también conlleva a consecuencias emocionales importantes, como la inadecuación personal, autodesprecio, vergüenza, culpa, frustración y ansiedad. Además, una buena parte de las consecuencias emocionales de la procrastinación, sustentan el desarrollo de pensamientos que a su vez conllevan al autoempequeñecimiento, a dudar de las habilidades propias, lo que puede predisponer a hacer previsiones catastróficas, vacilaciones, desconfianza, un sentido de inutilidad, más desconfianza y más postergación, lo que eventualmente puede dar lugar a sentimientos de impotencia, frustración, preocupación constante, hostilidad y depresión. Es decir, se puede desarrollar y consolidar el círculo vicioso de la procrastinación (Dryden, 2000; Neenan, 2008).

Causas

En varios estudios se han identificado tres factores causales que están presentes (aislados o combinados) en la mayoría de los individuos que procrastinan de manera crónica y discapacitante (Neenan y Dryden, 2002):

1. Ansiedad: se basa en la percepción de una amenaza a nuestra autoestima si emprendemos la tarea que rehuimos. A corto plazo, eludir la actividad nos ayuda a “perder de vista” nuestra ansiedad y las temidas consecuencias asociadas a ella, pero a largo plazo nuestros problemas se perpetúan y se fortalece el hábito de postergar, lo que aumenta la probabilidad de seguir procrastinando.

2.  Baja tolerancia a la frustración: se refiere a una supuesta incapacidad nuestra para soportar la frustración, la incomodidad, el esfuerzo sostenido, el aburrimiento y los contratiempos, etc. Lo que nos hace postergar las tareas desagradables o en caso de haberlas empezado, que nos demos enseguida por vencidos y que dejemos inconcluso nuestro trabajo. A largo plazo nuestra vida se hace más difícil a medida que se van acumulando los problemas sin resolver.  


3.   Rebeldía: está en relación con la tendencia a expresar nuestra ira hacia otras personas, postergando tareas importantes, por decirnos qué debemos hacer o cómo debemos comportarnos.     

Referencias bibliográficas

1.  Dryden, W. (2000) Overcoming procrastination. London: Sheldon Press.

2.  Ferrari, J. R., Johnson, J. L., & McCown, W. G. (1995). Procrastination and task avoidance: Theory, research, and treatment. New York: Plenum Press.

3.   Neenan, M. (2008). Tackling Procrastination: An REBT Perspective for Coaches. Journal of Rational Emotive Cognitive Behavioral Therapy, 26, 53–62.

4. Neenan, M., & Dryden, W. (2002). Life Coaching. A Cognitive-Behavioral Approach. Brunner-Routledge.

5. Solomon, L. J., & Rothblum, E. D. (1984). Academic procrastination: Frequency and cognitive-behavioral correlates. Journal of Counseling Psychology, 31, 503-509.